Barricada

Gaspar: “A morir, a morir guerrillero, para subir al cielo, hay que morir primero”

“Vine a Nicaragua desde Asturias, mi tierra natal, a ejercer el sacerdocio como misionero hará unos nueve años. Me entregué con pasión a mi labor de apostolado y pronto fui descubriendo que el hambre y la sed de justicia del pueblo deprimido y humillado, al que yo he servido como sacerdote, reclamaba, más que el consuelo de las palabras, el consuelo de la acción.”

Gaspar García Laviana

El 11 de diciembre de 1978, hace 42 años, en la comunidad El Infierno, municipio de Cárdenas, Rivas, cayó en combate el cura guerrillero, Gaspar García Laviana “Comandante Martín”.

Entre cristianismo y revolución no hay contradicción.  Este ha sido uno de los principios de los movimientos libertarios en Latinoamérica, en los que se han encontrado las ansias de libertad de los pueblos con la promesa de un mundo mejor.  El Reino del Señor, que es cercano, y se construye en la tierra.  Un mundo donde hombres y mujeres podamos vivir en hermandad, sin explotación, con justicia y equidad. 

Hay pecados sociales, como la destrucción de la Madre Tierra para extraer sus riquezas en beneficio de la acumulación capitalista.  Pecado es la pobreza provocada por la codicia de unos pocos.   El somocismo era un pecado, según predicaba el padre Gaspar García Laviana: “El somocismo es pecado y liberarnos de la opresión es librarnos del pecado. Y con el fusil en la mano, lleno de fe y amor por el pueblo nicaragüense, he de combatir hasta mi último aliento por el advenimiento del reino de la justicia en nuestra patria. ¡Patria libre o morir!”

El sacerdote asturiano Gaspar García Laviana, hizo suya la lucha del pueblo nicaragüense,  cuando en 1977  se integró plenamente a la lucha armada,  después de sufrir varios atentados contra su vida.

Su primer nombre revolucionario fue “Ángel”,  en el tiempo de la formación clandestina, creación de escuelas y el exilio en Costa Rica.  Después fue “Martín”, en el entrenamiento militar en Cuba y finalmente “Martín”, en la toma de Rivas, hasta su último combate.

Este  apostolado generoso que culminó con su muerte  la madrugada del 11 de diciembre de 1978, en un lugar cercano al río Mena, en el municipio de Cárdenas, a la edad de 37 años.   Con su sacrificio se arreció el fuego revolucionario, que se expandió por todo el país.  Su cuerpo físico descansa a un costado de la Iglesia de Tola, pero su ejemplo y presencia espiritual se expande por la Nicaragua entera, en la edificación sin tregua, del Reino de Dios en la Tierra.

Hoy lo recordamos como un ejemplo de lucha, de convicción, de espíritu revolucionario que dejó un legado a la Revolución. Que sea el Comandante Martín ejemplo de mística revolucionaria para nuestra nueva generación de militantes de la causa sandinista.