Barricada

Apuntes del Comandante Tomás sobre la guerrilla de Río Coco y Bocay

En el 59 Aniversario de la gesta heroica de Raití y Bocay, compartimos un extracto de los Apuntes iniciales sobre el FSLN del Comanante Tomás Borge, que fueron publicados por la Dirección Política del Ministerio del Interior en 1981.

Río Coco y Bocay (1963)

La lucha armada se inicia con la guerrilla del Río Coco y Bocay en 1963 y fue la primera acción preparada

por un grupo revolucionario más o menos homogéneo desde el punto de vista militar, más o menos homogéneo desde el punto de vista político–ideológico; es decir, las contradicciones inevitables que surgen en todo movimiento revolucionario no eran de principios, aquellos hombres estuvieron unidos primero por las concepciones ideológicas, después por las terribles privaciones que pasaron en las amargas horas de la

lucha armada inicial y finalmente por las rachas de pesimismo que suelen atenazar a los hombres en los momentos más difíciles y por el optimismo básico inicial que supo imprimir en aquellos momentos cruciales nuestro hermano Carlos.

Téngase en cuenta que en esa época en América Latina se había divulgado una interpretación esquemática de la Revolución cubana que aislaba la guerra de guerrillas del movimiento de masas. Nos hemos referido ya a la concepción distinta de que partía el Frente Sandinista de Liberación Nacional, y este tema alguna vez debería estudiarse para analizar un tanto la lucha de los pueblos en América Latina, sus dificultades, sus fracasos, sus logros.

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Sin embargo, la unidad entre la teoría y la práctica no es algo que se da desde el comienzo y de una vez por todas, sino que es algo que es preciso conquistar a través de la lucha misma, y este principio lo tuvo que reconocer la vanguardia desde este primer momento, desde esta primera experiencia armada.

En Río Coco y Bocay se había preparado una mínima infraestructura de masas en apoyo a la guerrilla, no dentro de la zona donde se inició la lucha guerrillera, porque algunos esfuerzos que se hicieron en ese sentido, se estrellaron contra la terquedad de algunas concepciones mecanicistas, aunque algunos lograron concebir la necesidad de condiciones adecuadas antes del inicio de la guerrilla en las regiones aledañas al Río Coco.

Sin embargo, se hizo un esfuerzo por el lado de Wiwilí precisamente; esfuerzo que no se supo aprovechar y fueron razones de otra índole donde tuvo que ver el buen o mal humor de alguien y la naturaleza de la incidencia de las lluvias y otros factores los que condujeron a la guerrilla a una zona cuyo territorio no había sido explorado previamente y donde había una población que no había sido trabajada políticamente.

El error táctico dentro de una concepción general acertada, se convirtió para nosotros en una primitiva y difícil escuela que nos reafirmó lo justo de la concepción general y reveló desde el comienzo la importancia del trabajo entre las masas y con las masas.

La experiencia de Río Coco y Bocay constituyó una derrota; no exactamente una derrota desde el punto de vista militar, porque los principales problemas que se tuvieron ahí no se originaron en los encuentros armados, sino precisamente en la ausencia de condiciones inmediatas sobre el terreno para la

supervivencia de la guerrilla. No existían líneas de abastecimiento, la naturaleza es muy inclemente ahí, y se carecía hasta de comida, de ropa y finalmente de armas, lo que condujo, pues, a la decisión de regresar a la base original. Pero esta experiencia coincidió e incidió también con un descenso temporal del movimiento antisomocista. Esto se debió, además, a que en el plano económico se da un período de auge, la mejor época del somocismo desde ese punto de vista, que fue aprovechado a cabalidad por los grupos más dinámicos de la burguesía. Tales grupos eran capaces de combinar sus intereses agroexportadores y comerciales con la nueva coyuntura de industrialización ligada a la política económica estatal.

En lo político, los condicionamientos de la nueva estrategia desarrollista del imperialismo para América Latina, la llamada Alianza para el Progreso, que algunos de ustedes quizás ya ni siquiera recuerden, fue la respuesta que dio Kennedy a la Revolución cubana en América Latina, pero de todas maneras esta famosa Alianza que fue tan publicitada incidió en alterar la fachada externa de muchos lugares en América Latina y, en lo que se refiere a Nicaragua, le dio cierto ropaje a la dictadura somocista.

Así, surge como variante de la forma de dominación política de la dictadura, este régimen civilista y maquillado de René Schick, cuya estadía en el poder posibilita más que nada la reorganización de la política burguesa en el marco de una lucha estrictamente electoral.

Esta situación produjo cierto pesimismo en lo que respecta a la posibilidad de darle continuidad a la lucha armada, pero ya el FSLN existía con su voluntad de lucha y se había organizado más allá de los factores extra-guerrilleros, a diferencia de otras agrupaciones de América Latina que habían sido constituidas como agrupaciones exclusivamente guerrilleras, y que al desaparecer como guerrilla, desaparecerían como organización.

Nosotros nos expandimos más allá de una concepción guerrillera, rebasamos ese límite, y al desaparecer temporalmente la guerrilla, continuó existiendo el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Las maniobras civilistas no podían tener éxito, dadas las condiciones del proceso económico que pretendía superestructurar políticamente y, en efecto, la descomposición creciente del sistema y el ascenso revolucionario que se había iniciado en 1956 con el ajusticiamiento de Anastasio Somoza, trajeron como resultado el fracaso de dichas maniobras 10 años después.

Ello condujo a la dictadura a optar por la alternativa militar, con el propio Somoza a la cabeza en 1967, sobre todo después de las actividades del 22 de enero, cuando se desnuda por completo la voluntad represiva de la dictadura somocista y que tiene su culminación precisamente en la masacre de ese día, cuando don Fernando Agüero todavía andaba repartiendo sonrisas y promesas falsas.

La Vanguardia convirtió la derrota militar del año 63 en una escuela. La corrección de sus errores le permitió sobrevivir y crear algún tiempo después cierto aparato clandestino en las ciudades, logró realizar alguna propaganda armada, golpes económicos, difundir materiales sandinistas, siempre hermosos, algunos de ellos ingenuos, pero no carentes de determinada profundidad que sabía imprimirles Carlos Fonseca; montar pequeñas escuelas de entrenamiento.

La experiencia del Coco o Wankí, como le llaman los miskitos, y Bocay, constituyó una derrota lo cual coincidió con un descenso temporal del movimiento antisomocista; sin embargo, logró establecerse entre 1963 y 1966 cierto contacto con las masas en barrios, centros laborales, medios estudiantiles y sindicatos en el campo.

Este trabajo entre las masas fue llevado a cabo no sólo a través de los organismos intermedios del FSLN, tales como los Comités Cívicos Populares, el famoso Frente Estudiantil Revolucionario (FER), sino también a través de una alianza temporal con el Partido Movilización Republicana, que dejó de existir poco después, y el Partido Socialista Nicaragüense […]

A partir de 1967, el FSLN estableció un contacto directo con el pueblo utilizando para ellos sus propios mecanismos fundamentales clandestinos desde donde se desarrollan los mecanismos abiertos.

Fuente:

Tomás Borge. Apuntes iniciales sobre el FSLN. Dirección Política del Ministerio del Interior. Julio de 1981