Barricada

Rubén Darío en el Firmamento espléndido de la Literatura y la Cultura Universal

El 6 de febrero de 1916, hace 107 años, falleció en la ciudad de León, Rubén Darío, “Príncipe de las letras castellanas”, Prócer de la Independencia Cultural y Héroe Nacional. Poeta, periodista y diplomático, es considerado como el máximo representante del modernismo literario en lengua española. Sus restos descansan en la Catedral de León. Hoy Nicaragua entera honra a su poeta.

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«Ese Rubén que está en el Firmamento enorme, espléndido, de la Literatura y la Cultura Universal. Ese nuestro Rubén que nos llena tanto el Corazón y nos deja tanto Orgullo, que crece cada día… Orgullo Nacional !«

Cra. Rosario Murillo, 3 de febrero de 2023

Después de su estadía en Nueva York, donde ya se presagiaban los dramáticos días finales de Rubén Darío, enfermo y fatigado, el poeta llegó a Guatemala, ya en busca de su tierra natal.  Llegó a traerlo su esposa Rosario Murillo, y después de viajar en vapor y tren, llegó a Mangua el 14 de diciembre de 1915.  

Fue alojado en la casa de su cuñado Andrés Murillo, hasta que decidieron su traslado a la ciudad de León para ser tratado por el doctor Luis Henry Debayle Pallais.  La mañana del 7 de enero de 1916, el poeta, acompañado por su esposa y el doctor Debayle viajó en un tren expreso facilitado por el gobierno.  Empezó la dolorosa etapa de la agonía, que culminó con su tránsito a otro plano de vida, el 6 de febrero de 1916.  

El doloroso desenlace

Después de dictado su testamento, pareció satisfecho.  Ya la muerte se estaba acercaba.  Su rostro, demudado y pálido, con los ojos hundidos, denotaba la inminencia del desenlace.  Su esposa se arrodilló ante el lecho.  Los hermanos Arturo y María Alvarado, sus amigos Santiago Argüello, Francisco Paniagua Prado, Abraham Argüello, Alfonso Valle, Andrés Murillo y el joven Alejandro Torrealba se encontraban en la humilde recámara.  Los estertores de la agonía fueron breves.  La cabeza de Rubén Darío se hundió lentamente sobre su barbilla y expiró.  El joven Torrealba tomó rápidamente un reloj de bolsillo que pertenecía a Rubén y rompió la cuerda.  Eran las diez y media en punto de la noche.

Minutos más tarde, las trémulas manos de los telegrafistas enviaban mensajes al periódico argentino La Nación, en el cual Darío había colaborado por más de veinte años, y que en un titular a ocho columnas sintetizó el sentimiento que invadía al continente “Dolor”.  También se enviaron mensajes al periódico Caras y Caretas, de Buenos Aires; a los presidentes de Chile y Argentina, al rey de España.  La muerte del poeta nacido en un pequeño pueblo nicaragüense, criado en León, de donde salió para ser consagrado por el mundo.  El hombre que, como dijo su amigo Manuel Maldonado, en la velada póstuma dedicada a Rubén Darío:  “Hombre extraordinario que trajo al mundo en su mano, a estilo de un centro, la dominadora flauta de Pan, sobre los hombres y la purpúrea e invencible clámine de un rey, y en el cerebro una constante reverberación de astros”. 

Homenaje póstumo de Nicaragua entera

Al atardecer del 12 de febrero de 1916, el cuerpo del Príncipe de las Letras Castellanas recibió cristiana sepultura.  Su cadáver fue velado en la capilla ardiente de la Universidad Metropolitana, y a ambos lados del féretro fueron colocadas estatuas de Homero y Víctor Hugo.  El Ayuntamiento dispuso que la ciudad entera guardara riguroso luto y los catorce templos católicos colocaron crespones negros y sus campanas doblaron con el toque fúnebre que, en ese entonces se dedicaba a príncipes y nobles. La iniciativa se realizó por orden de Monseñor Pereira, amigo y admirador del poeta. 

El Ayuntamiento celebró una solemne sesión con el cuerpo del poeta presente y cada estudiante de los colegios de León desfiló ante el féretro depositando una flor.   Todos los trenes se dedicaron al transporte de personas, que llegaron de los lugares más apartados del país, y de Masaya llegó un tren lleno de ofrendas florales.  A las cuatro de la tarde, se encendieron todas las luces de la ciudad y en medio de un impresionante silencio, el cortejo se encamino hacia la Catedral de León.  Al paso del entierro, se pronunciaron más de treinta oraciones fúnebres y reventaban granadas de papel con versos del poeta, una de ellas reventó frente a la casa de la señora Jacoba de Tellería, la maestra que le había enseñado las primeras letras.

El cuerpo del poeta fue depositado en la Catedral, al pie de la estatua de San Pablo.    El dolor que invadió toda Nicaragua, se expandió por Latinoamérica, España, Francia.  ¡Ha muerto Rubén Darío! Misma conmoción que sienten todos los pueblos que comparten idioma, historia, identidad y sueños.    Pueblos en los que se sigue leyendo, recitando, cantando, recordando los versos divinos de Rubén Darío, nuestro poeta infinito.

Fuentes:

-Jorge Eduardo Arellano.  Rubén Darío en Managua.  Alcaldía de Managua, 2016.

-Marcelo Jover.  Rubén Darío.  Ensayo Biográfico y breve antología.  Biblioteca de Cultura Popular.  Editorial del Ministerio de Educación Pública, con el auspicio del presidente Juan José Arévalo.