Barricada

Recordando a la compañera Charlotte Baltodano Egner

“¿Qué podríamos decirle a Charlotte, a manera de despedida, con el brazo en alto, en un recuerdo de árbol que deja sembrada en el horizonte

 la mano que al viento diga todo o nada… y todo (Joaquín Pasos)?

Tal vez podríamos citar lo que me dijo hace un año o más -mi golpeada memoria, de extraña manera, me da lata con algunos detalles cercanos- un amigo mutuo, hermana Charlotte.

Se trata de un atinado juego con un verso

de uno de los poemas del libro primevo de amor de Pablo Neruda.

Me dijo ese compañero: «Nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos».

Siempre más allá, Charlotte Baltodano Egner”.

Patria y Libertad

Marcio Vargas Aguilar

El 12 de marzo del 2012, pasó a otro plano de vida la Compañera Charlotte Baltodano Egner, guerrillera y militante sandinista. Once años después, el Equipo de Barricada/Historia la recuerda, compartiendo con sus lectores una entrevista publicada en la Revista Visión Sandinista del febrero de 2011.

En la clandestinidad

Cuando Charlotte Baltodano Egner estaba en una casa de seguridad recibiendo los mismos entrenamientos que estaban haciendo los que iban a conformar el comando sandinista que el 24 de diciembre de 1974 se tomó por asalto la casa de Chema Castillo, para liberar a los presos políticos de las cárceles somocistas, nunca se le pasó por su mente que cuatro años después ella y muchos otr@s militantes que estaban en prisión lograrían su libertad con la operación de otro comando que se tomó el Palacio Nacional.

Ella en la clandestinidad, al igual que la mayoría de los militantes y dirigentes sandinistas que habían participado para el éxito de la operación del 74, había sido condenada por un Consejo de Guerra Extraordinario, organizado por la dictadura somocista, a 124 años de cárcel más una multa de 25,200 córdobas, el 25 de febrero de 1977.

Charlotte nació en Managua, pero cuando tenía dos años de edad sus padres, Charlotte Egner y Carlos Baltodano, tuvieron que emigrar junto con sus seis hijos a los Estados Unidos en busca de trabajo, en los años 50. “Mi papá era cirujano y aquí no tenía empleo, así que se llevó a toda la familia a San Francisco”, cuenta.

Allí hizo la primaria y secundaria, y gracias a una beca empezó a estudiar Artes Plásticas primero en Brooklin University y luego en una universidad de Costa Rica, porque sus padres tuvieron que regresar a Nicaragua. “A mi papá le habían detectado cáncer y por eso se vinieron ellos y después nos regresamos mi hermana menor y yo”.

A Nicaragua, Charlotte vino cuando tenía 19 años. “Me dolió en el alma ver tanta pobreza”, dice al recordar sobre sus primeras impresiones que tuvo de su país natal y que le marcarían para el resto de su vida. Pocos meses después, junto con el que sería su esposo, se fue a Costa Rica –de donde es originaria su mamá- a terminar sus estudios de artes plásticas.

Vivió el golpe militar en Chile

“En Costa Rica Leonel Espinoza y yo nos casamos y luego regresamos a Nicaragua”, continúa. Vino a estudiar Psicología, pero el terremoto de 1972 la obligó a ir a Chile para continuar sus estudios. Eran los tiempos del gobierno de la Unidad Popular y se vivía un ambiente político muy intenso, [en el contexto del] del proyecto socialista que impulsaba el presidente Salvador Allende.

Charlotte y Leonel no escaparon a ese ambiente, y como estudiantes universitarios participaban en manifestaciones y actividades que organizaba la Unidad Popular en defensa del Gobierno, cuando todo mundo fue sorprendido con el golpe de Estado propinado por las Fuerzas Armadas chilenas, apoyada por los Estados Unidos, en contra del presidente Allende.

“Estábamos en la universidad, me fui corriendo al preescolar a buscar a mi hija que tenía tres años”, rememora Charlotte al contar lo primero que hizo cuando supo del golpe militar. Se fue para su casa en Santiago, para luego refugiarse con su esposo y su niña en la Embajada de Nicaragua. Los militares “nos dijeron que todos los extranjeros teníamos que irnos a nuestras respectivas embajadas porque no querían saber absolutamente nada de nosotros”.

En la Embajada nicaragüense, repleta de connacionales que estaban estudiando en Chile antes del golpe militar, permanecieron por varios meses, hasta que lograron regresar a Nicaragua a principios de 1974. “Me metí a […] la UNAN para terminar […] Psicología, pero no pude hacerlo, porque me metí de lleno a colaborar con el Frente Sandinista”, refiere.

Vivía en una casa de Bello Horizonte que servía como casa de seguridad de algunos dirigentes sandinistas, entre ellos Eduardo Contreras y Tomás Borge. Corrían los primeros días de octubre de 1974 cuando a Leonel el comandante Contreras le dio orientaciones de conseguir una casa de seguridad amplia y segura en un lugar estratégico. Esa casa la encontraron en Las Nubes, y la alquilaron con el supuesto de que querían tranquilidad para su hijita.

Torturada por la seguridad somocista

Ya instalados, poco a poco llegaron los que conformarían el Comando Juan José Quezada que dos meses después se tomarían la casa de Chema Castillo durante una fiesta de fin de año. “Ya no podía ir a la universidad, me encargaba de cuidar la casa, darle de comer a los compañeros y participar en los entrenamientos”, señala Charlotte.

Un día antes del operativo, Leonel sacó de la casa a Charlotte y a dos compañeras más que colaboraban con el cuido de la casa. La orden era que toda la estructura clandestina del FSLN a nivel nacional se retirara a las zonas rurales. “Entré a la clandestinidad y nos fuimos a la zona rural de occidente”, refiere. Más de un año pasó en ese lugar hasta que le orientaron regresar a Managua a vivir en casas de seguridad, mientras su hija permanecía con sus padres.

El 4 de mayo de 1976 es una fecha que tiene Charlotte grabada con sangre en su memoria. Ese día, por orientaciones de su responsable, le encargaron hacer una acción en conmemoración del Día de la Dignidad Nacional. “Con Glauco Robelo que manejaba una moto yo lancé una granada a un BECAT (vehículo que utilizaba la guardia somocista en ese entonces) llenos de guardia, pero no funcionó”.

“Nos siguieron y en la huida la moto se resbaló y me prensó una de las piernas, Glauco pudo salvarse y a mí me capturaron”, agrega. Ella estaba siendo buscada por la guardia desde que supieron de su participación para la acción del 27 de diciembre de 1974. “Mi papá había muerto el 2 de mayo y yo no pude ir a la vela ni al entierro porque sabía que la guardia me estaba esperando”, comenta.

La llevaron a las cárceles de la seguridad somocista que estaban en la Loma, donde la torturaron durante 17 días. “Me mantenían encapuchada, amarrada, golpeándome, tocando mi cuerpo desnudo con bayonetas, sin comer ni tomar agua, perdí la noción del tiempo, los guardias llegaban borrachos y me manoseaban; eso fue terrible”, recuerda Charlotte, mientras muestra una cicatriz en una de sus rodillas.

Libre con toma del Palacio Nacional

Posteriormente la trasladaron a la cárcel de La Aviación, donde permaneció incomunicada ocho meses, y le montaron un juicio de corte militar que la condenó a 124 años, pero luego se la redujeron a 30. Junto con otras presas políticas, como Doris Tijerino y Rosa Argentina Ortíz, participaba en círculos de estudio, “cantábamos, escribíamos, hacíamos huelga de hambre por mejores condiciones y en solidaridad con los compañeros que estaban en La modelo”, hasta que se dieron cuenta de la toma del Palacio Nacional el 22 de enero de 1978.

“Estábamos tomando el sol cuando de pronto nos metieron a las celdas y después nos pusieron a todas juntas y nos dijeron que nos íbamos”, añade.

Las llevaron al aeropuerto donde se encontraron con los integrantes del comando que había efectuado la acción y compañer@ de otras prisiones. “Lloramos de alegría”, rememora. Todos se fueron a Panamá y posteriormente Charlotte y otros sandinistas viajaron a Cuba a recibir entrenamiento.

De Cuba, donde estuvo varios meses, la enviaron a México a reforzar el trabajo de solidaridad.

En este país, la agarró el triunfo de la Revolución el 19 de julio de 1979. “Inmediatamente me vine por tierra para Nicaragua”, expresa.

Se integró al recién creado Ministerio de Cultura y después fue trasladada al Ministerio del Interior al frente de la Dirección de Asuntos Internos hasta 1989, cuando la enviaron como Jefa de Protocolo al Departamento de Relaciones Internacionales del FSLN.

Estaba en España dando charlas sobre la situación de Nicaragua cuando se dio cuenta de [los resultados electorales] del 1990. Volvió a llorar, pero ahora de tristeza, sentimiento con el que se vino al país días después.

Entonces, con su nuevo esposo Rafael Montenegro, se dedicó a trabajar en una pequeña empresa sobre equipos de seguridad y empezó a estudiar Derecho en la Unan-León.

Como abogada, estuvo trabajando en el Ministerio de Gobernación hasta finales de los 90 y principios del 2000, para luego estudiar en Montreal, primero Maestría en Derechos Humanos y después Doctorado en Desarrollo Internacional en McGill University.

 “Ya estaba terminando mi doctorado cuando me mandaron becada para la India a trabajar en programas para la mujer”.

Fe y optimismo a toda prueba

En la India estuvo sólo cinco meses porque se enfermó y tuvo que regresar a Montreal donde le diagnosticaron cáncer en tercer grado. “Estoy hablando de 2009, cuando me dicen que tengo cáncer; entonces la universidad inmediatamente me dice que me da todo gratis, el seguro para los hospitales, quimioterapia, las medicinas, pero yo me negué, no quería quimioterapia, quería medicina natural”.

Y en busca de ese tipo de medicina se fue a Holanda, donde estaba estudiando Biología su hija menor, Tamara, quien tenía un maestro y doctor en Homeopatía. “Me fui cinco meses y luego regresé. Me dijeron que me iba a morir en tres meses, pero gracias al presidente Daniel y a Rosario, desde que supieron lo que me estaba pasando, me han proporcionado toda la ayuda para curarme en el Hospital Militar”, afirma completamente agradecida.

“Estaba muy mal, no podía ni levantarme, venía siempre Mayra (Reyes de la Revista Visión Sandinista) a visitarme para animarme”. Gracias a esas ayudas oportunas es que poco a poco Charlotte ha venido recuperando la salud, su rostro se ve fresco y sus ojos iluminados.

“Empecé a pintar, a leer, llevo un año que no recibo quimioterapia, estoy tratándome con medicina alternativa, no tengo nada”, reitera con un optimismo y fe ejemplar.

Y es con ese optimismo y esa fe que dice que con todo lo que está haciendo el gobierno sandinista a favor del pueblo, se le ha levantado el ánimo.

“Aquí ha venido gente del pueblo a visitarme y me han dicho por ejemplo que toman el bus todos los días, y de repente hay nuevos buses, que de repente hay carretera y calles nuevas para ellos, hay un entusiasmo increíble”, destaca.

“No tenés idea la cantidad de gente que me ha levantado el ánimo, porque dicen educación y salud gratuitas; he visto unos cambios abismales en Estelí, por ejemplo, la gente está feliz”, exclama Charlotte, convencida que el Proyecto Cristiano, Socialista y Solidario que impulsa y desarrolla el gobierno encabezado por el presidente Ortega debe continuar.

“Tengo fe por todo lo que miro y me dice la gente de que el proyecto va a continuar y por eso definitivamente quiero trabajar”, puntualiza.

Charlotte Baltodano Egner, pasó a otro plano de vida un año y un mes después de que fuera entrevistada por la Revista Visión Sandinista.

Libró su lucha contra el cáncer con fe y optimismo.

Nos dejó su ejemplo de mujer valiente y destacada militante.

Tomado de: Revista Visión Sandinista, N°190, FEBRERO 2011

Fuentes consultadas: AGATON

https://carlosagaton.blogspot.com/2012/03/charlotte-baltodano-egner.html
https://carlosagaton.blogspot.com/2014/11/charlotte-baltodano-egner-ella-en-la.html