En la tranquila Isla Zapatera, ubicada en el Lago Cocibolca, Granada, dos habitantes del lugar han encontrado en la ganadería una fuente de sustento y esperanza para sus familias. Dora Isabel Flores Pérez y Ulises Adán Cortez Carballo, cada uno con su propia historia, han visto cómo los animales no solo les proporcionan recursos, sino que también han marcado la diferencia en sus vidas y las de sus seres queridos.
Dora Isabel Flores, quien comenzó en la ganadería gracias al apoyo gubernamental que recibió su madre hace más de 15 años, destaca cómo el bono de ganado beneficiado a su familia ha sido clave para su desarrollo. “Mi mamá fue beneficiada con el bono hace 15 años, y cuando ella comenzó a producir los animales, le dio a cada uno de nosotros, sus hijos, y hasta vendió algunos para comprar cosas importantes para la casa, como un motor y un bote. A través de eso, la vida ha sido mejor. Nos sentimos muy bendecidos por el gobierno, que ha sido un gran apoyo para nosotros”, explicó Dora con una sonrisa en su rostro.

El ganado se ha convertido en una especie de «fondo guardado» para ella y sus hermanos. “El ganado es un recurso que tenemos guardado, por cualquier emergencia, especialmente aquí, donde las oportunidades laborales son limitadas. Sabemos que si llega una enfermedad o algún imprevisto, podemos recurrir a ese recurso”, destacó. A pesar de las dificultades de vivir en una isla con pocos trabajos, Dora tiene esperanzas en el futuro. “Me gustaría que el gobierno implementara más proyectos para la comunidad, como trabajos en la pesca y la siembra. Esos son sectores que nos ayudarían a salir adelante como comunidad”, afirmó.
Por su parte, Ulises Adán Cortez Carballo lleva 28 años viviendo en la isla y ha experimentado tanto las bendiciones como las dificultades de vivir en una zona rural. Él reconoce que la falta de empleo ha sido un reto constante. “Aquí, la pesca es muy inestable; hay temporadas en que se gana, pero la mayoría de las veces no es suficiente. Las inversiones que uno hace, en equipo y recursos, no siempre tienen el retorno esperado”, explicó. Sin embargo, al igual que Dora, Ulises optó por la ganadería como una forma de asegurar un futuro para su familia. “Nosotros miramos que invertir en ganado es una buena manera de tener un ahorro, algo con lo que podamos contar si las necesidades surgen. Empezamos con un par de animales, y aunque no somos ganaderos de gran escala, con cinco o seis cabezas de ganado nos basta para asegurarnos de que, cuando la familia necesita, siempre habrá algo para vender”, relató Ulises.

Ulises destacó el valor que tiene para su familia el poder obtener leche y cuajada directamente de los animales que crían. “Es algo pequeño, pero nos llena de satisfacción. Ver el fruto de nuestro trabajo en la naturaleza, saber que ya no tenemos que comprar esos productos, es una gran bendición. Es un logro que nos llena de orgullo”, expresó con visible emoción.
Ambos protagonistas coinciden en un punto crucial: la necesidad de proyectos que generen empleo y desarrollo en la isla. Ulises, con su visión esperanzadora, mencionó que “si se desarrollara el turismo en la isla, muchos de nosotros tendríamos trabajo sin necesidad de migrar. La paz que se siente aquí es algo único, y si se aprovechara la belleza del lugar para atraer visitantes, todos podríamos mejorar nuestra calidad de vida”.
Dora e Ulises, desde sus distintas perspectivas, han encontrado en la ganadería una forma de subsistencia, pero también un símbolo de esperanza en una comunidad donde las oportunidades son limitadas. Su testimonio refleja no solo la lucha diaria de quienes viven en zonas rurales, sino también su profundo agradecimiento por el apoyo que han recibido y su deseo de que el futuro les ofrezca más oportunidades de prosperar sin tener que abandonar su hogar.
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