Biografías

Rigoberto López Pérez y el principio del fin de la Dictadura Somocista 

Escrito por : Bryan Dávila 21 de septiembre de 2025

Escrito por: Bryan Dávila 

Hoy se cumple un año más de la gesta heroica de Rigoberto López Pérez, poeta, músico, héroe. Acción heroica. Desde el principio sabía que estaba destinado… digo el principio cuando empieza a pensar, y se ve así mismo predestinado y destinado precisamente a librar esa batalla solo, a poner las piedras fundacionales del camino de liberación de Nicaragua, iniciar como él mismo decía a ser el principio del fin»

Compañera Rosario Murillo 

Copresidenta de la República de Nicaragua

Contexto histórico

En 1956, Anastasio Somoza García cumplía veinte años de haber depuesto, mediante un golpe militar, al presidente Juan Bautista Sacasa. En septiembre celebraba su reelección para otro período más. Aquel año coincidía, además, con el vigésimo segundo aniversario del asesinato del General Augusto C. Sandino, crimen que el propio Somoza había asumido públicamente como autor directo durante una fiesta en la ciudad de Granada, según cita el Historiador Chuno Blandón en su libro Entre Sandino y Fonseca:

“La única forma de terminar con los horribles crímenes que se producían era liquidar al General Sandino y los sandinistas. Yo, jefe de esa Guardia, logré segar las cabezas de todos los implicados en esos actos de bandidaje. Fui llamado en cierto momento para liquidar una situación, lo hice y no rehúyo responsabilidades”.

El recuerdo de aquel asesinato se cruzaba con la figura de un joven poeta que, dos décadas después, marcaría la historia de Nicaragua. El Comandante Carlos Fonseca, diría de ese joven: 

¿Quién es Rigoberto López Pérez? Es un nicaragüense. ¿Quién es el nicaragüense Rigoberto López Pérez? Es el héroe y poeta de veintiséis años que dio su vida para ajusticiar en 1956, al sicario que a sueldo de la embajada norteamericana, crucificó a Augusto Cesar Sandino.

La acción en León

El 21 de septiembre de 1956, corrió el rumor en la ciudad de León: “dicen que es un hijo de Sandino, un hombre achinado”. Esa noche, Rigoberto López Pérez ajustició al dictador Somoza García en la Casa del Obrero, lugar donde tradicionalmente se reunían los liberales somocistas y que, en esta ocasión, servía de escenario para festejar el nombramiento del tirano como candidato a un nuevo período presidencial.

La acción fue planificada por Rigoberto junto con Edwin Castro Rodríguez, Ausberto Narváez y Cornelio Silva. En preparación, el poeta se sometió a un riguroso entrenamiento que le permitió dominar distintas posiciones de tiro (de pie, de rodilla y de tendido), además de estudiar minuciosamente el comportamiento del dictador en recepciones, fiestas y actividades políticas.

Rigoberto López Pérez ajusticia al tirano frente a la misma banda de facinerosos que lo custodian. Rigoberto, como lo tenía decidido, desafía la muerte y cae. Calificar a una acción de tal calibre, es asunto que ha movido la atención de pensadores en siglos pasados. «Rarísimos» es el término que acuña para este tipo de atentado el florentino del siglo XVI autor de «El Príncipe».

Comandante Carlos Fonseca

Planificación y ejecución

El acto justiciero de Rigoberto no es el resultado de una decisión instantánea en el momento supremo. Se trata de una decisión meditada, vital.

El plan había sido concebido y organizado en El Salvador. Consistía en ajusticiar a Somoza y, de manera sincronizada, ejecutar un sabotaje al suministro eléctrico de León, lo que facilitaría la salida de Rigoberto. Sin embargo, un cambio inesperado alteró la estrategia: Somoza anunció que se retiraría antes por otros compromisos. Ante esa circunstancia, Rigoberto adelantó su acción.

Se aproximó al dictador con un revólver calibre .38 y, a una distancia de dos metros, abrió fuego. Los disparos impactaron el brazo, el pecho y la ingle de Somoza. Inmediatamente después, el cuerpo del poeta fue abatido por más de 150 disparos. La ausencia de oscuridad —pues no se ejecutó el sabotaje eléctrico— impidió cumplir con el plan de extracción del tirador.

Tomando en cuenta las circunstancias generales del momento, puede justificarse, y no solo explicarse, el método de acción adoptado por Rigoberto. En el país no existe ni organización, ni dirección, ni conciencias revolucionarias.Si se define al guerrillero como el combatiente armado que se enfrenta, disponiendo de una abrumadora inferioridad material, en defensa de la justicia, Rigoberto es un guerrillero. El, con su revolver 38, desafía un poder apoyado en miles de fusiles, ametralladoras, tanques, cañones, aviones y apoyado, en fin, por el más poderoso imperio capitalista. Comandante Carlos Fonseca

Leonel Rugama; en un poema suyo habla de Rigoberto en los siguientes términos:

Rigoberto López Pérez

Jugó hasta las seis de la tarde

y cuando se fue

limpiando la cara con un pañuelo

y las muchachas le hablaron para que continuara jugando

él dijo:

«tengo que ir a hacer un volado».

Rigoberto López Pérez, héroe y poeta, se convierte en gran precursor e iniciador de un movimiento cultural revolucionario que ha proseguido. Así quedan atrás las décadas previas a la acción de 1956, saturadas por una cofradía intelectual de espaldas, e incluso hostil, al pueblo. Es en términos propios el iniciador del fin de la dictadura somocista. Cinco años mas tarde de esta acción nacería el Frente Sandinista de Liberación Nacional que conquista con las armas la vanguardia del combate popular de Nicaragua.

El destino del cuerpo

El traslado del cuerpo de Rigoberto López Pérez estuvo a cargo del oficial de la Guardia Nacional Juan Emilio Canales, quien lo llevó de León a Managua. El entierro se realizó en los terrenos de la finca El Mango, propiedad de la Guardia Nacional, donde años después se construiría la colonia de oficiales Capitán Zogaid, hoy colonia Miguel Bonilla, en las cercanías de la UNAN-Managua.

La historia guarda una coincidencia trágica: el mismo oficial había participado, veintidós años antes, en el traslado del cuerpo del General Sandino, según documenta Chuno Blandón en su obra Entre Sandino y Fonseca.

Testamento y poesía de Rigoberto

La acción de Rigoberto y sus compañeros respondió al clamor popular de un pueblo cansado de la tiranía. Aunque eran conscientes de que un tiranicidio no equivalía a una revolución, su sacrificio buscaba abrir una senda. En su carta-testamento, dirigida a su madre Soledad López, el 4 de septiembre de 1956, Rigoberto expresó:

“He decidido tratar de ser yo quien inicie el principio del fin de esa tiranía”.

Ese mismo año escribió el poema Ansiedad:

“Las flores de mis días
siempre estarán marchitas
si la sangre del tirano
está en sus venas”.

Diez años antes ya había anticipado su destino en La confesión de un soldado, poema en el que no solo anuncia su muerte, sino que expresa la certeza en la continuidad de la lucha:

Una bala me ha alcanzado

he caído al suelo con una oración,

Estoy solo y abandonado

en el suelo hago esta confesión.

Es Nicaragua mi patria querida

Es Nicaragua mi gran nación

Es por ella que sangra mi herida,

que sangra la herida de mi corazón.

Por ti seguiría peleando

Defendiéndole de ciudad en ciudad

Hasta ver en tu suelo brillando,

Brillando el sol de la libertad.

Las fuerzas me fallan me siento morir,

Adiós oh patria mía,

Bajo tu seno yo quiero sentir

Que tu sol caliente mi tumba fría.

Ya que Dios ha dispuesto

Que hasta aquí te haya servido,

Otro hombre ocupará mi puesto

Hasta dejar al enemigo vencido.

Represión posterior

Tras el ajusticiamiento de Somoza, la dictadura desató una oleada de persecución contra quienes podían estar vinculados —o no— a la acción. Las cárceles se llenaron y la Guardia Nacional aplicó sus más crueles métodos de tortura. Entre los detenidos estuvieron Carlos Fonseca, Tomás Borge, Ausberto Narváez, Cornelio Silva y doña Soledad López, madre de Rigoberto. Algunos sobrevivieron a las celdas somocistas, otros fueron asesinados en ellas.

Resulta que con motivo de la acción de Rigoberto, entre los millares de personas que fueron blanco de la represión, se encontró Quintana, anciano maestro de enseñanza elemental; fue encarcelado por el «delito» de haber enseñado a leer y escribir a Rigoberto. Se recuerda que a pesar del terror, el anciano Maestro Quintana, en su celda, decía de su distinguido exalumno: «Era un buen muchacho».Comandante Carlos Fonseca

El impacto histórico

José Benito Escobar argumenta que Rigoberto destruyó un mito, terminó con una tradición y reafirmó un método de lucha. Destruyó el mito de indestructibilidad y poder de la dictadura, rompió con la vetusta metodología de oposición que la burguesía pactista y colaboracionista con la dictadura había impuesto al pueblo nicaragüense; y reafirmó un método de lucha en tanto en cuanto responde a la violencia reaccionaria con la violencia revolucionaria, provocando el cambio de ciclo histórico, en el que la lucha anti somocista se desliga de las paralelas históricas (liberales y conservadores) y se encausa en la lucha guerrillera del sandinista Ramón Raudales en 1958 y el Chaparral en 1959.

La acción de Rigoberto que se enmarca dentro de la lucha de clases, empuja a la sociedad nicaragüense al principio del fin y aunque la dictadura se convirtió en dinastía, se apresura la caída del régimen, lo que da salida para que el pueblo se organizara al rededor del FSLN, cinco años después en 1961, quien lo conduce a la victoria de 1979 y las nuevas victorias en este 69 aniversario de la Acción Revolucionaria de Rigoberto en el que reafirmamos su legado y la definitiva muerte al somocismo.

Fuentes: 

• Alcaldía de Managua (2019) Poemario, Rigoberto López Pérez, Managua, Biblioteca Digital No. 64, del 21 de septiembre del 2019. 

• Blandón, Ch. (2008) Entre Sandino y Fonseca. 3era ed. Managua, Segovia, Ediciones Latinoamericanas. 

• El 19 Digital (2022) A través de Rigoberto López Pérez rendimos homenaje al heroísmo del pueblo nicaragüense, Compañera Rosario Murillo. 

• Escobar, J. B. (S. f.) Rigoberto López Pérez, el principio del fin. Secretaría Nacional de propaganda y educación política del FSLN. 

• Fonseca, C. (1972). Análisis de Carta-Testamento de Rigoberto López Pérez, por Carlos Fonseca Amador. Casa de las AméricasLa Habana, Cuba.