Eso no podemos olvidarlo queridos hermanos, queridos muchachos, eso no puede quedar para el olvido, esa fue una gran revolución en momentos difíciles porque eran tiempos de oscurantismo. Y se produce entonces la primera revolución liberal en Nicaragua, en el año 1893 la encabeza el general José Santos Zelaya, un hombre con formación académica, él había estado por Francia y se había nutrido de lo que era el pensamiento de la época, igualdad, libertad, fraternidad, la revolución francesa, entonces y hace aquí una revolución en Nicaragua y se enfrenta con todas las fuerzas conservadora y estableció la educación laica, la educación popular
”Comandante Daniel Ortega, 19 de julio 2022.
El 1 de noviembre de 1853 nació en Managua, José Santos Zelaya López, el líder liberal que cambió el rumbo de la nación a finales del siglo XIX. Su nombre quedaría grabado en la historia como símbolo de valentía, modernidad y defensa de la soberanía nacional.
Infancia, educación y el despertar de un pensamiento liberal. Hijo de José María Zelaya Irias, de origen hondureño, y de Juana López Ramírez, una mujer nicaragüense de profundas convicciones, el joven José Santos creció en un país marcado por la división y la inestabilidad. Nicaragua, aún golpeada por las guerras civiles y el recuerdo de William Walker, estaba en manos de una oligarquía conservadora que había sumido al país en el atraso y la dependencia extranjera.
Zelaya mostró desde joven una inteligencia excepcional. Estudió en Francia, donde entró en contacto con las ideas de la ilustración y los movimientos liberales europeos. Ese periodo fue determinante: allí comprendió que el progreso solo podía construirse desde la independencia nacional y la soberanía económica. Al regresar a Nicaragua, ya no era el mismo joven que había partido; traía consigo una visión moderna, decidida a romper las cadenas del atraso.
Los primeros pasos del político y el revolucionario
Durante los años posteriores a su regreso, Zelaya se incorporó al Partido Liberal, que por entonces resistía los abusos del poder conservador. Su talento político y su oratoria lo convirtieron rápidamente en una figura de peso. Antes de llegar a la Presidencia, fue alcalde de Managua y ocupó otros cargos de responsabilidad, donde comenzó a mostrar su carácter reformista y su convicción de que el Estado debía servir al pueblo.
En medio de tensiones políticas y de la frustración popular frente al dominio conservador, Zelaya emergió como líder natural de una generación dispuesta a cambiar el destino del país. Así nació la idea de una Revolución Liberal que buscara no solo el poder, sino la transformación estructural de Nicaragua.
La Revolución Liberal de 1893: el inicio de una nueva era
El 11 de julio de 1893, las tropas liberales iniciaron la revolución que derrocaría al gobierno conservador de Joaquín Zavala. Bajo la dirección de José Santos Zelaya, el movimiento triunfó el 25 de julio, y el 31 del mismo mes, Zelaya fue proclamado Presidente de la República. Su llegada al poder no fue una simple transición política: fue el inicio de un proceso de cambios profundos que buscaban rescatar a Nicaragua de la postración.
La Revolución Liberal marcó una ruptura definitiva con el pasado. Zelaya impulsó una nueva Constitución en 1893, conocida como la Constitución Libérrima, que estableció derechos individuales, libertad de prensa, de asociación, educación laica y gratuita, y la separación entre Iglesia y Estado. También impulsó la modernización de las fuerzas armadas, la creación de infraestructura, la construcción de ferrocarriles y caminos, y la expansión de la educación pública.
Su gobierno significó la apertura de una etapa inédita de progreso material y cultural. Las ciudades crecieron, se impulsó la economía nacional y Nicaragua empezó a verse como una nación con futuro propio, sin tutelajes extranjeros.
La reincorporación de la Mosquitia
Uno de los episodios más notables de su administración fue la reincorporación de la Costa de Mosquitos en 1894. Durante décadas, esa región había estado bajo influencia británica, convertida en una especie de “protectorado” extranjero dentro del territorio nicaragüense. Zelaya, decidido a poner fin a esa humillación, envió tropas que consolidaron la soberanía nacional sobre el territorio.
El 20 de noviembre de 1894, la bandera nicaragüense volvió a ondear en Bluefields, marcando una victoria histórica sobre el colonialismo.
El sueño del canal interoceánico y la resistencia ante la presión extranjera
Zelaya sabía que el futuro de Nicaragua estaba ligado a su posición geográfica. Retomó el viejo sueño del canal interoceánico, que desde el siglo XVI había sido codiciado por potencias extranjeras. Su gobierno impulsó estudios técnicos y negoció acuerdos para construir el canal bajo condiciones que garantizaran el control nicaragüense.
Sin embargo, esta visión despertó la desconfianza de los Estados Unidos, que veían a Zelaya como un obstáculo para sus ambiciones en Centroamérica. Su nacionalismo económico y su defensa del derecho de Nicaragua a decidir su propio destino lo convirtieron en blanco de una intensa campaña diplomática y mediática.
El desenlace llegó en 1909, cuando el gobierno estadounidense envió la infame “Nota Knox”, acusando falsamente a Zelaya de violar los derechos internacionales. Fue un ultimátum que buscaba su caída. Cercado por la presión externa y las intrigas internas alentadas desde Washington, Zelaya presentó su renuncia el 21 de diciembre de 1909, poniendo fin a un gobierno que había transformado el país.
El exilio y la memoria de un estadista
Zelaya partió al exilio, vivió en México y otros países, donde siguió escribiendo y defendiendo sus ideas. Nunca renegó de su visión ni de su compromiso con Nicaragua. Murió el 17 de mayo de 1919, lejos de la patria que tanto amó, pero con la conciencia de haber servido a la causa de la independencia nacional.
Décadas más tarde, su legado sería reivindicado. El 2 de marzo de 2011, la Asamblea Nacional de Nicaragua lo declaró Héroe Nacional, reconociendo su papel como defensor de la soberanía y pionero del pensamiento antiimperialista. Su ejemplo inspiró a generaciones posteriores de patriotas, desde Benjamín Zeledón hasta Augusto C. Sandino.
Un legado de soberanía y modernidad
El General y Presidente José Santos Zelaya no fue un político común. Fue un estratega que entendió que la libertad no se mendiga, se conquista. Su proyecto nacional no solo modernizó el Estado, sino que dio sentido a la independencia real de Nicaragua. Enfrentó a las potencias extranjeras con dignidad y soñó con una Centroamérica unida y fuerte.
Su vida encarna el espíritu del patriotismo: el que no se mide en discursos, sino en decisiones que cambian el destino de un pueblo. Zelaya abrió un camino que otros siguieron con la misma convicción. Su nombre, más de un siglo después, sigue siendo sinónimo de soberanía, valentía y amor a la patria.
Hoy, al recordar su nacimiento, Nicaragua honra a un hombre que desafió los límites de su tiempo.
Aquel joven que soñó desde las calles de Managua con una nación libre, logró sembrar una herencia que aún florece en la conciencia de su pueblo.
José Santos Zelaya López no solo fue el Presidente de una época: fue, y sigue siendo, el símbolo de una Nicaragua soberana y antiimperialista.
