En homenaje a la compañera Gladys Báez, primera mujer guerrillera del FSLN, compartimos una semblanza publicada en nuestra versión impresa, el 30 de mayo de 1980.
Gladys Báez Álvarez, la primera mujer que deja a sus hijos para integrarse a la guerrilla sandinista en las montañas durante los duros años 60, ha sido homenajeada como madre heroica, madre nicaragüense, por su limpia trayectoria política y entrega de la lucha popular revolucionaria.
La Asociación de niños sandinistas y la Asociación de mujeres nicaragüenses “Luisa Amanda Espinoza” rendirán homenaje a la heroica, trabajadora y legendaria combatiente sandinista Gladys Báez Álvarez, esta tarde el Parque “Luis Alfonso Velásquez”, conmemorando el Día de la Madre.
La compañera Báez Álvarez, que actualmente es Secretaria General de los CDS en León conversó con los periodistas en la Casa “Erlinda López” de la AMNLAE.
En el pasado, la madre nicaragüense vivía en zozobra constante, se volvía loca al pensar que en cada preso, asesinado y golpeado podría ser su hijo, expresó la compañera Báez Álvarez al comentar la celebración del Día de la Madre durante la dinastía somocista.
Dijo que ninguna madre se podía sentir tranquila y segura sabiendo la represión que desataba el régimen contra los jóvenes, los niños, las mujeres y los viejos.
En esa época no respetaban el Día de la Madre, esa celebración se reducía a una campaña comercial, para vender productos. «No había felicidad en el ayer», evoca la Secretaria General del Ejecutivo Nacional de los CDS de León.
Y en esa represión indiscriminada —se pregunta la compañera Báez— ¿quién era el que sufría? y responde: la madre.
Durante los tiempos turbulentos del somocismo solamente las madres estuvieron al lado de sus hijos en los momentos de peligros, anota.
Manifestó que es el primer año que vamos a celebrar en libertad el Día de la Madre, donde nadie obligará a nuestro pueblo a derrochar dinero incentivado por la publicidad capitalista.
Más bien este día será un día de convivencia entre madres e hijos. Es un día hermoso. Ayer era guerra, hoy todo es distinto, afirma.
En el pasado, en este día, nuestros hijos y las madres sufrían la represión y las cárceles somocistas.
En este 30 de mayo, las madres debemos de exigir a nuestro gobierno, castigo contra los asesinos de nuestros hijos y hermanos, puntualizó.
En este día nos sentimos muy alegres, prosiguió, pero aún estamos en guerra contra nuestros enemigos que pretenden sabotear nuestro proceso.
Debemos ser más vigilantes, ser más implacables contra los enemigos de la Revolución.
Posteriormente nos contó una carta de su hijo que estudia en Cuba; su vástago le dice que está dispuesto a entregar su vida por nuestra Revolución en caso que está fuese atacada.
Asimismo, envió saludos revolucionarios a todas las madres de nuestros héroes y mártires. Y reafirma su espíritu de seguir el ejemplo de su madre, de heroísmo, de entrega a la patria.
MI PRIMER IMPACTO DOLOROSO
La compañera Báez Álvarez, quien tiene cuatro hijos, narró los momentos más cruciales de su vida política desde que ingresó al trabajo revolucionario en el Sindicato de Oficios en barrios de Juigalpa, Chontales, a la temprana edad de 16 años.
Relató que durante aquellos tiempos duros, de represión, sufrió su primer impacto al ver el cadáver de Cornelio Silva, patriota involucrado en el ajusticiamiento del fundador de la Dinastía, en León, Anastasio Somoza García. Silva había sido trasladado a La Libertad, Chontales.
Cuando mi esposo Gustavo Miranda, sindicalista cayó preso, jamás sospeché que la lucha sindical era un delito, yo no miraba nada malo en ello. Sin embargo, el régimen lo perseguía.
Dice que durante un tiempo ella estuvo relegada a sus quehaceres domésticos. Únicamente había cursado el tercer grado. Fue entonces que comencé a leer periódicos que enviaba el Partido Socialista.
SOY REVOLUCIONARIA POR MI MADRE
Me entusiasmo mucho en la lectura. La Novela «La Madre» del escritor soviético, Máximo Gorki, influyó mucho en mi formación política.
Después de leer esa obra me impulsó a convertirme en militante y a tener iniciativa en la lucha. Mi casa fue un centro de acopio de armas y lucha de arena cuando mi esposo, Ricardo Báez Álvarez, se involucró. Yo le debo a mi madre, mi madre comprendió el significado de la lucha revolucionaria, soy revolucionaria, por mi madre.» Apunta.
En 1962 la compañera Báez Álvarez es escogida entre ocho compañeras por el Partido Socialista, donde ella militaba, para participar en el Primer Congreso de Mujeres a celebrarse en Moscú.
Ella manifiesta que fue escogida por su condición de obrera, «aunque» había en ese entonces mujeres muy preparadas como Doris Tijerino, Conrado, Michele Najlis, etcétera. En esa oportunidad tuve que dejar a mis hijos para ir al Congreso, añade.
Asegura que su preparación era ‘dogmática’ entonces y que es en el Congreso donde amplía su horizonte político.
GLADYS Y LA FEDERACIÓN DE MUJERES
Posteriormente a su regreso de Moscú, la compañera Báez Álvarez plantea al Partido Socialista la necesidad de fundar la Federación de Mujeres Democráticas Nicaragüenses. Es en esa organización que Báez Álvarez se contacta, por primera vez, con compañeros del FSLN.
A LA VANGUARDIA CAMPESINA
Nos cuenta que durante los años 1963-64, la lucha se intensificó. En 1965, se organiza una manifestación en Managua con campesinos de Matagalpa, Rivas, Jinotega, Masaya, para reclamar las tierras usurpadas por los sectores dominantes.
Ya en Managua se organizan mítines y se introducen en la “Casa del Obrero”, donde permanecen 8 días. Ulteriormente se dirigen a la IAN y se declaran en huelga.
La huelga es paralizada por los agentes de Seguridad, quienes les amenazan con la muerte, Los campesinos son trasladados a sus lugares de origen por la represión. En cambio, a los dirigentes los detienen
Báez Álvarez recuerda que fueron capturados con ella Jacinto Juárez y Jacinto Baca, entre otros.
INGRESA AL FSLN
Nos dice que cuando salió de la cárcel, el Estado Mayor del FSLN incursionaba las montañas. Nuestro Comandante en Jefe, Carlos Fonseca, y demás hermanos asestaban golpes al enemigo.
Hasta el momento yo estaba haciendo trabajo para mi partido y el FSLN. Fue hasta en 1966 que pasó a formar parte de la Dirección.
En esa época tenía dos hijos. Era una madre revolucionaria, evoca. Solicité al FSLN ocho días para convencer y explicar mi situación a mi madre, dice.
Mi madre comprendió mi situación, aunque no era sandinista, pero con su apoyo total en la práctica reflejaba su postura revolucionaria y sandinista, al admitir mis ideas políticas.
“Todo se lo debo a mi madre”, enfatiza.
Mi madre -sostuvo- no solamente me formó a mí, sino también a mis hijos
Por los años de 1965-66 pasa al trabajo urbano. La compañera Báez, extrayendo los recuerdos de su historia revolucionaria, nos explica que ella compartió la lucha con hermanos como Selim Shible, Julio Buitrago, Ricardo Morales Avilés y otros.
«Tuve la dicha de conocerlos a todos», sentencia.
Señaló que los combates sandinistas en Raití, Bocay, Charateras, sirvió para observar los errores para no cometerlos en el nuevo intento revolucionario. Luego vino Pancasán.
UN POEMA A SU MADRE
Antes de internarse a las montañas la compañera Báez Álvarez escribe un poema a su madre:
«Si mañana madre mía la muerte me doblara en la trinchera, no llores. La honra de tu vientre será mi cadáver, mi sangre se convertirá en abono y mi vida será un grito hecho bandera.»
Ella recuerda que con los 35 compañeros sandinistas en ese entonces «soñaban con venirse a Managua». El romanticismo de todo revolucionario.
La experiencia en las montañas con los hermanos Carlos Fonseca «nuestro guía», Tomás Borge, Silvio Mayorga, y Turcios es dura pero inolvidable, para Báez Álvarez.
«La formación política que adquirimos diariamente era verbal, todos nos reuníamos a conversar, hablar sobre política», comenta.
35 HOMBRES REPRESENTAN AL PUEBLO
Treintaicinco hombres representaban a Nicaragua y sólo una mujer. Su primer seudónimo revolucionario fue ‘Adela’, nos dice.
En las montañas una vez nos reunimos para discutir si alguien se había ‘rajado’ y deseaba regresar. Hubo una hora de silencio. Todos me miraban, porque pensaban que yo era la que iba a desistir de continuar en las montañas.
“Yo cerré los ojos por un momento. Nadie se ‘rajaba’. Después de una hora, nadie se había decidido a regresar, todos nos abrazamos y lloramos de alegría», recuerda.
