Barricada

El reconocimiento a una vocación: homenaje al Día del Maestro

El historiador inglés Eric Hobsbawn (2016) acuñó el término “invención de tradiciones” con el fin de explicar una serie de prácticas aceptadas “abierta o tácita” de naturaleza “simbólica o ritual” que busca “inculcar valores o normas de comportamiento por medio de su repetición” (p.8). A partir de este criterio, se infiere que desde el siglo XIX y parte del XX, la construcción discursiva y las prácticas que lo acompaña, han estado dirigidas a justificar una narrativa que explicara la historia y valores que sustenta la existencia de los Estados-nación latinoamericanos.


Una de estas tradiciones es la construida sobre la gesta del héroe nacional Enmanuel Mongalo y Rubio (1834-1872), quien en su calidad de miembro de las fuerzas “Legitimistas”, se destacaría en una acción militar contra las tropas de William Walker y las fuerzas “Democráticas”, que los asediaban en Rivas el 29 de junio de 1855. El éxito de la acción del joven Mongalo y Rubio que culminó con la huida de los mercenarios norteamericanos y grupos nacionales que los acompañaban, fue documentada por los jefes militares de la época y recogido por el historiador Jerónimo Pérez, quien desde su periódico La Tertulia (1875-1879) que editaba en Masaya, le daría un impulso para inmortalizar la gesta.


El historiador Pérez hizo una enorme contribución a la historia de Nicaragua documentando, con sus prolijos escritos, todo lo que vio (actor y testigo de la crisis política de 1855-1857) y escuchó sobre la guerra contra los filibusteros de Walker y las luchas intestinas entre las facciones políticas de las oligarquías locales (Granada y León) herederas del poder colonial que, en ese momento trágico para la historia patria, se disputaban. En su extenso texto titulado “Memorias para la historia de la revolución de Nicaragua en 1854”, publicadas en 1865, hace referencia a los sucesos del 29 de junio de 1855 destacando la valentía de Enmanuel Mongalo:


«Walker apareció el 29 en la mañana logrando algunas ventajas al principio, de manera que
hizo notable daño en las filas legitimistas, de particular cuando se encerró en una casa
perteneciente al mismo don Máximo Espinosa de la que fue desalojado mediante esfuerzos
de valor, especialmente del distinguido joven Manuel Mongalo que, a pecho descubierto,
se aproximó a la casa aplicándole fuego para incendiarla» (Pérez, 1993, p. 131)


Pero el relato anterior no estaba completo, faltaba incorporar la faceta civil (civilista) de este patriota, al develarse años después su condición de maestro. Esta última vertiente es la que lo modelará como un paradigma de la educación. Si bien es cierto, la información existente para la reconstrucción de su vida y el quehacer como maestro, es insuficiente, el ejercicio discursivo apelando a testimonios aislados de personas que le conocieron o tuvieron referencia de su acción
y su personalidad, han permitido que la historia oficial lo ubique en un lugar preponderante dentro del panteón de los héroes nacionales.


No obstante, hay una evidencia histórica que legitima lo escrito sobre su vida y acción militar. Esta evidencia es la publicación en 1861 de su “Compendio de Geografía. Hecha exprofesamente para la juventud nicaragüense”. Su lealtad a la patria (aludiendo a su acción heroica de 1855) y su vocación de maestro, la deja plasmada en el prólogo que acompaña esta obra:


«Como no ha llegado todavía a mis manos una obrita de geografía, adaptada a la enseñanza
de la juventud, sino que he visto obras voluminosas que además de ser costosas, tienen la
nulidad de no estar a la comprensión de un niño, he querido formar el compendio que ahora
presento al público, con el fin de estimular a mis jóvenes compatriotas a estudiar un ramo
tan importante como es la geografía. Al dedicarme a ello, no he llevado otra mira más que
la de servir a mi patria, a quien deseo ver colocada al nivel de las naciones ilustradas»
.
(Cuadra Downing, 2007, p.267-268)


La historia de la educación en Nicaragua recoge episodios de personajes que han hechos grandes aportes en materia de pedagogía y sobre todo de entrega sin límites al ejercicio de enseñar a las generaciones con las que les tocó vivir. Este es el caso de Gabriel Morales (Maestro Gabriel) (1819-1888), Elena Arellano (1836-1916), Josefa Toledo de Aguerri (1866-1962) y Edelberto Torres Espinoza (1898-1994), entre otros, quienes con su ejemplo y su vocación a toda prueba por
el magisterio, pudieron haber sido candidatos para “competir” por la efeméride del reconocimiento de la labor del maestro nicaragüense. No obstante, la acción del héroe de Rivas, parafraseando a Hobsbawn (2016) “simboliza cohesión social” y tiene como uno de los objetivos, inculcar “creencias, sistemas de valores” (p.16), razón por la que ha sido seleccionado como parte de la cultura discursiva patria y de la identidad nacional.


El proceso de incorporación al discurso patriótico nacional del legado del maestro Mongalo y Rubio estuvo marcado por la falta de consenso, siguiendo a Anderson (1993), acerca de la “comunidad imaginada” que todos los nicaragüenses nos representamos y aceptamos como parte de nuestro imaginario colectivo. En el caso particular de este héroe destacado de la guerra contra los filibusteros, no contaba con el consenso de las elites libero conservadoras. Fue hasta el año de 1978, a petición de asociaciones de maestros y a consecuencia que, en la mayoría de institutos y escuelas, habían asumido de hecho, el día 29 de junio como Día del Maestro, la dictadura somocista ya en plena crisis política, cede y promulga el decreto N.º 62 (3 de abril de 1978) que establecía de manera oficial el 29 de junio como día del maestro. En adición, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional el 20 de octubre de 1982 emite el decreto ley N.º 1123 que declara Héroe Nacional al maestro Mongalo y Rubio.


Pertinente es destacar que, desde los años cuarenta del siglo XX el día “oficial” (no existe decreto o acuerdo alguno) de celebración del Día del Maestro en Nicaragua era el 11 de septiembre fecha del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento. Esta fecha la había adoptado el gobierno de Nicaragua en virtud de los acuerdos alcanzados en la Conferencia Interamericana de Educación de 1943 realizada en Panamá. A partir de ese acuerdo, la mayor parte de los gobiernos adoptaron el 11 de septiembre como día para rendirle homenaje a los maestros.


En relación a la celebración del Día del Maestro del 11 de septiembre, es digno mencionar que desde los años 50 del siglo XX, el destacado maestro de generaciones, Guillermo Rothschuh Tablada, en su calidad de director del Instituto Central Ramírez Goyena, decidió celebrar el día del maestro todos los 29 de junio en homenaje a Enmanuel Mongalo, en desagravio con esa fecha. En un escrito publicado en una publicación periódica de la época del 11 de septiembre de 1976, el maestro Rothschuth Tablada, quien consideraba a Sarmiento como el menos americanista de los escritores del siglo XIX, señalaba:


…bajo el signo social, político y literario del argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-
1888) se celebra el día del maestro en Nicaragua. Es la fecha de su muerte –11 de
septiembre—la que probablemente fue recomendada en una de esas tantas convenciones
regionales o internacionales, habiéndose escogido ese día, por presión de los países más
fuertes (más blancos que mestizos) y que a toda costa siempre se han impuesto ante los
países pequeños
(p.2).


Por otro lado, es oportuno subrayar que cuando se habla de educación no se puede dejar de mencionar el papel destacado de las mujeres educadoras en quienes por más de un siglo ha recaído la labor de enseñar las primeras letras. Tanto durante las etapas iniciales del nacimiento de la República como en el devenir histórico del proceso traumático de la construcción del Estado moderno, atendiendo la educación básica, para no mencionar la educación superior, donde
también, en las últimas décadas del siglo XX y XXI, han logrado abrirse pasos con sus capacidades, disciplina y constancia de trabajo.


La “revancha” de las mujeres vista desde la perspectiva histórica, se manifiesta en su capacidad de resistencia y resiliencia para superar una visión social de poder patriarcal que le asignaba el rol subalterno de ama de casa o educadora o como se estilaba en el siglo XIX institutriz. De manera silenciosa las mujeres educadoras hicieron sentir su voz por medio del cultivo de una vocación de servicio, dentro de un sistema educativo incipientes, de mala calidad y discriminatorio, imperante hasta 1979. En la actualidad, en todos los subsistemas educativos, las educadoras representan la fuerza mayoritaria en materia de políticas y gestión académica.


La lucha de las mujeres educadoras ha sido ardua, y no ha terminado. El muro estructural de siglos de patriarcado, misógino, fomentado por modelos pedagógicos y/o de formación que se niegan a desaparecer, representan retos en la actualidad. La conmemoración del Día del Maestro pasa por la reivindicación y la puesta en su justa dimensión histórica, del legado de maestras de generaciones, que representan un orgullo para este gremio. Como no recordar a esas maestras de generaciones como Sara Luisa Barquero (1889-1983), María Berríos Mayorga (1912-2006), Ofelia Morales
Gutiérrez (1915-2003), Engracia Chávez, Mercedes Núñez de Aragón (1909-2009), Angelita Morales Avilés, entre otras referentes de vocación y apostolado en educación.


Para resumir, las celebraciones de efemérides como la del Día del Maestro es un constructo histórico, inscrito dentro de las estrategias estatales que buscan sustentar y/o justificar el Estado-Nación y su institucionalidad. En este sentido, la narrativa que lo acompaña destacando a personajes de la vida nacional, considerados notables por sus acciones o hechos realizados, se inscribe dentro de un proceso complejo y prolongado de negociación y consenso social, político y cultural, para ser aceptados como tal. Estas tradiciones, inventadas o no (parafraseando a Hobsbawm) han venido siendo incorporadas en el imaginario colectivo de todos los sectores sociales y cuyas prácticas discursivas apelan a valores nacionales al considerarse representativos de la nación y la nacionalidad nicaragüense.


Pese a los avatares históricos, hoy día la conmemoración del Día del Maestro es una efeméride que goza del consenso de todos los nicaragüenses. Elevado a Héroe Nacional Enmanuel Mongalo y Rubio por el gobierno revolucionario sandinista en 1982, su doble faceta, la del militar que realiza una gesta patriótica en defensa de la patria en contra de las huestes filibusteras del naciente imperialismo yanqui y la del abnegado y humilde maestro que se entrega, sin arredrarse ante las condiciones precarias en que ejercía su magisterio, representa uno de los mayores reconocimientos
como referente en la construcción de nuestra patria.


En la actualidad, el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, ha venido haciendo ingentes esfuerzos por la restitución de derechos de todos los sectores sociales del país, entre ellos la del docente en los diferentes subsistemas. Los logros alcanzados en los últimos años, en términos de mejora salarial, convenio colectivo, formación, capacitación y actualización; infraestructura de los centros educativos, básicos y superior, han apuntado a la dignificación del trabajo docente como agente fundamental en el proceso de transformación social y cultural que se viene dando en
Nicaragua. No hay duda que el camino es largo para llegar a la excelencia, no obstante, parafraseando un estribillo de una canción popular, estamos haciendo camino al andar y como decía el maestro universitario, histórico dirigente del FSLN, Ricardo Morales Avilés, «después del primer paso, no pararemos de andar jamás».


Referencias bibliográficas
Anderson, B, (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo. Fondo de Cultura Económica.
Arellano, J. E. (1998). Héroes sin fusil. Hispamer.
Cuadra Downing, O. (2007). La voz sostenida. Antología del pensamiento nicaragüense. PAVSA.
Hobsbawm, E. (2016). Introducción: la invención de la tradición. En E. Hobsbawm y T. Ranger,
L (Coords.) La invención de la tradición, pp.7-21. Crítica.
Morales Avilés, R. (1983). No pararemos de andar jamás. Nueva Nicaragua.
Pérez, J. (1993). Obras históricas completas. Fondo de Promoción Cultural-BANIC.