Por: Moisés Absalón Pastora
La más reciente cumbre de los BRICS en Kasán, Rusia, por primera vez realizada desde un perfil mundial, dónde el interés de muchas naciones es integrarse a ellos para ser parte de una visión planetaria que llegó para romper la hegemonía imperial y desde ahí construir la multipolaridad, es indudablemente una estocada para el capitalismo salvaje.
Los BRICS están ampliar su cooperación multilateral y así hacer frente al orden mundial dominado por Estados Unidos y sus aliados occidentales que se han dado a la tarea de agredir a través de sanciones a naciones que independientemente de sus tamaños cometen el gran pecado de no pensar como la Casa Blanca que se creyó el guion, que escribió para sí, como policía del mundo y por eso es que naciones como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- fundacionalmente decidieron ser un bloque geopolítico de pleno derecho en la comunidad internacional.
Los países que integran los BRICS tomaron nota de que superaron a su ahora contraparte en el G7 en términos de paridad de poder adquisitivo como porcentaje del PIB mundial y ahora el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Italia y Japón ya no serán los únicos que dominarán el comercio y el sistema financiero internacional, sino que ahora tienen en frente a otras economías, quizá más avanzadas, que se entenderán entre ellas desde una nueva relación que parte del respeto y de la igualdad en sus transacciones y además con una nueva moneda que no busca matar al agónico dólar norteamericano, sino ofrecer una moneda que no sea sinónimo de agresión, sanción o chantaje como acostumbra el imperio norteamericano como tal y sus secuaces en la mal llamada “democracia occidental”.
Hoy BRICS son una tendencia mundial porque las economías emergentes están buscan alternativas a las instituciones y organizaciones que hoy por hoy únicamente responden a los intereses del imperio norteamericano y sus fieles que específicamente están circunscritos en la Europa occidental.
Gran cantidad de países en desarrollo, muchos de ellos por supuesto en América Latina, tienen una idea muy clara de que el Fondo Monetario Internacional, el Banco el Mundial y el Bando Interamericano de Desarrollo, BID, no son entidades fiables financieramente porque responden a intereses políticos de un sector del mundo manejado desde Washington que es quien encarna y personifica esa figura macabra del capitalismo salvaje.
América Latina tierra de Incas y Olmecas, de Bolívar, de Martí, de Rubén, de Diriangén y Sandino, es el escenario más encarnizado de lucha contra el capitalismo salvaje que fustigaba el polaco Karol Józef Wojtyla, Juan Pablo II y del que advertía que ese “capitalismo salvaje” era la otra cara de una iglesia que predicaba en beneficio de una opción preferencial por los pobres.
El capitalismo salvaje es el hijo parido por el dólar que a lo largo de su existencia ha creado élites multimillonarias que asaltaron a pueblos enteros desde bancos y sociedades corporativas creadas por Wall Street y la secretaria del tesoro imperial.
Estados Unidos siempre se vendió como el más grande poder económico y político del mundo para hacerse temer y así ser el gran domino del planeta unipolar que dejó de ser con los BRICS. Sin embargo, hablando desde nuestro patio, en nuestra América hispana hoy se escribe el epitafio sobre el cual se certifica la caída en picada del paradigma de que Estados Unidos, es el símbolo de la libertad y de la democracia para el mundo y todo eso que algún día pretendió dibujarse como el “sueño americano” se descubre ahora como una pesadilla contra la cual hay un grito de rebelión y de demanda por la justicia de los pueblos que va desde la frontera norte de México hasta la Patagonia. Indudablemente la hora de la verdadera independencia de nuestra américa hispana, rebelde, mestiza e indígena llegó y viene por su propio destino.
No solo Venezuela, Cuba, México, Honduras quieren ser tan libres como nosotros los nicaragüenses, sino que muchos otros pueblos latinoamericanos quieren determinar y decidir por ellos mismos y de la misma manera cómo pensar y con quienes relacionarse.
El capitalismo salvaje, desde su más alta expresión, el neoliberalismo, ha planteado en sus inútiles esfuerzos por sobrevivir e imponerse, que en América hay un eje del mal que avanza, y tiene razón, porque la izquierda democrática, el socialismo de la equidad ha probado que es mal para el imperio y bienestar para los pueblos porque supo devolver el bien social que el negociante del interés humano les había arrebatado.
En América Latina los gobiernos puestos por Estados Unidos comienzan a empacar maletas; en américa latina los instrumentos de dominio del falso paradigma de la libertad, sus organismos hemisféricos y los satélites del imperio cansaron tanto por sus mentiras que poco o nada vale lo que digan desde la parcialidad que asumen con los victimarios y por el abandono que evidencia con las víctimas.
La reacción de los pueblos contra sus agresores externos e internos no deja duda de que jamás existió conformidad con esos modelos descomunalmente salvajes e inhumanos del neoliberalismo porque privatizaron y despojaron tanto que hasta las ganas de vivir pretendieron quitarnos. Durante mucho tiempo el imperio estuvo intentando adueñarse de muchas formas de lo que abusivamente llegó a considerar era su patio trasero para imponer desde la política del gran garrote que América era para los americanos, entendiendo que América son exclusivamente ellos, y los demás, solo súbditos del emperador de la Casa Blanca que para remate hoy tiene a un viejo senil que no sabe ni por dónde anda y quien parece será sucedido por un loco, y fascista, Donald Trump, que predica por la absoluta supremacía blanca donde los mestizos, morenos o de color más oscuro no somos gentes, solo esclavos.
Hay indudablemente en América latina una propuesta democrática que fundamenta su aceptación desde una identidad socialista que distribuye la riqueza, que comparte lo que desde sus iniciativas produce, que asume con responsabilidad que la educación y la salud no son un negocio, que los impuestos no son para atesorarlos ni para robarlos sino para invertirlos en escuelas, en hospitales, en carreteras de primer mundo como las nuestras, en caminos rurales y de penetración para extraer lo que producimos, en comunicaciones, tecnologías y hasta en centros de entretenimiento familiar como parte de una estrategia sana para construir sociedades felices y seguras donde haya paz para todos.
A esa democracia tan fundamental y sencilla donde el voto del rico y el pobre vale y decide con el mismo valor, donde el gobierno facilita los negocios al empresario y hasta constitucionaliza su relación con esos capitales que quieren invertir, donde el trabajador es tratado como un colaborador, donde hay subsidios para el transporte, la energía eléctrica y los pensionados, los señores de la tercera y cuarta edad son tratados como personas, el neoliberalismo le llama comunismo, dictadura, régimen criminal, izquierda o cualquier otra cosa a la que combate con el financiamiento del imperio, pero asesinando, torturando, secuestrando, amenazando, quemando instituciones públicas y todo con el auxilio de sectores eclesiales donde algunos obispos, como el caso nuestro, desoyen ese alto predicado del Vaticano de que la iglesia tiene una opción preferencial por los pobres.
Que está planteado en América latina y el mundo un desconocimiento al miserable rol que decidieron jugar a lo largo de muchas décadas de explotación, de injusticia, de corrupción, de abusos, de iniquidad y gobiernos deshumanizados los capitalistas salvajes, los partidos políticos fracasados que por no ser lo que creyeron ser decidieron convencer con el terror y de lo que han sido plataformas mediáticas que si no tuvieron credibilidad ayer menos ahora que los pueblos saben a qué propósitos sirvieron.
América Latina y sus pueblos tienen una referencia muy clara de la diferencia entre neoliberalismo y socialismo y dejo al margen el comunismo, que nada tiene que ver con la esperanza de ser auténticamente libres. Yo hablo de un pensamiento de izquierda que está en las calles de todo el mundo pidiendo equidad, justicia, igualdad, derechos, oportunidades, bienestar, integración, prosperidad personal y colectiva.
Todas esas demandas nada tienen que ver con tesis comunistas, porque desde mi punto de vista solo existe en la mente trasroscada de quien le interesa tenerlo como un fantasma con el que pretende asustar y engañar a los incautos, sino que esas demandas tienen que ver con la naturaleza humana de quien se ama así mismo y al prójimo y que para sus efectos su más alto paradigma de la sociedad a la que aspira es tener todos los beneficios posibles, pero en paz y en fraternidad donde no existan esos odios que niegan el amor de Jesús de Nazaret por los pobres.
Estados Unidos es un imperio decadente y aborrecido y junto a él sus peleles, sus lame botas, los que con tal de agraciar al imperio son capaces de vender a su propia madre porque perdieron todo respeto por su nacionalidad y quien es capaz de levantar la mano contra el suelo que lo vio nacer, más capaz sería de abofetear o entregar en un negocio de trata de personas a la autora de sus días.
Aquí en nuestro país está vencido el imperio porque los nicaragüenses que tenemos conocimiento pleno de nuestra historia y los que mayoritariamente estudiamos esa relación fatal con Estados Unidos, también sabemos, que en la misma medida los peleles están vencidos e igual lo están los que son una vergüenza para Ecuador, para Argentina, para Chile, para Colombia, para Brasil, que entre otros están en lucha y también están vencidos los peleles que ofenden a Venezuela y Cuba y a nadie le quepa duda que entre esos Incas, Olmecas, Diriangenes, Sandinistas, Martianos y Bolivarianos, hay un peso moral que destripa a todos esos vende patria que ya fueron molidos por la historia.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.